viernes, 24 de junio de 2016

Should I Stay or Should I Go?

En muchas partes de la isla es difícil ver las estrellas. Las nubes, que gravitan sobre las planicies inglesas durante todo el año, son una pieza fundamental en el estereotipo y el imaginario colectivo británico. La lluvia puede llegar en distintos momentos del día, como no se sabe con exactitud en qué momento caerá el agua, siempre hay que estar preparados para la tempestad.

Si bien, las precipitaciones son cosa de todos los días, la intensidad de las mismas no asusta; la lluvia de aquí es constante pero suave, moja sin empapar y a veces se da el lujo de hacer pausas caballerosas. La semana empezó con vientos extraños: Inglaterra empató con Eslovaquia; el gato que normalmente pasa una vez al día, ahora hizo tres escalas; y por primera vez en mucho tiempo, al cielo inglés se le olvidaron los modales. Un rayo cayó cerca de la casa.

La noticia de esta mañana remató una secuencia de sucesos bizarros. Después de que se establezca una hoja de ruta entre las diferentes partes, el Reino Unido dejará de ser miembro de la Unión Europea. La mayoría de los británicos y las británicas decidieron abandonar uno de los proyectos comunes más apasionantes de la historia contemporánea, generando una ola de incertidumbre que le pegará a muchas otras regiones del planeta.  

El perfil de los partidarios del Brexit combina con el de las otras derechas de Europa. Existe un hartazgo generalizado y se señala a la Unión Europea como la responsable de las crisis económicas, migratorias y de seguridad en el continente. El miedo es central para este discurso, un miedo irracional y contagioso que desempolva los nacionalismos más inmaduros. Para los euroescépticos la exclusión es el camino.

Es interesante que esto sucediera mientras el desempleo tocaba mínimos históricos en el Reino Unido (5%), la libra se apreciaba y Londres elegía a un alcalde musulmán. También resulta irónico que uno de los países más autónomos de la UE fuera el primero en abandonarla. El Reino Unido nunca formó parte de la zona Schengen y nunca adoptó el euro, pero aun así, el populismo conservador logró construir argumentos demagógicos y culpar a Bruselas de los problemas domésticos.

Hoy parece que todos pierden. La Unión Europea se queda sin uno de sus socios más importantes y se enfrenta a posibles referéndums en otros estados. En los últimos años países como Polonia, Hungría, Austria, Francia, Italia, Holanda y Alemania han presenciado cómo los partidos de ultraderecha engordan sus listas de asociados. No es descabellado pensar que a corto plazo, las coaliciones conservadoras de estos países propongan procesos similares a los del Reino Unido.

¿Y los británicos? Quizás sean los que más pierdan y los que más aprendan de esto. El costo burocrático será alto, falta ver qué pasará en áreas como la educación, el programa Erasmus y los nuevos aranceles. Los esquemas de contratación para trabajadores extranjeros cambiarán, los controles de pasaporte regresarán a la isla y algunas fronteras volverán a levantarse.

¿Qué pasará con las dos Irlandas? Entre las que se logró, con mucho esfuerzo, suprimir barreras divisorias. Pero sobre todo, ¿qué sigue en Escocia? Una nación que hace dos años optó por permanecer en un Reino unido con Europa. En términos económicos, políticos y sociales, el Brexit nubla aún más el futuro de la isla y anuncia tormentas con más rayos y resultados desfavorables.

PD
La remontada del Leave preocupa no solo por las repercusiones inmediatas, sino por los argumentos y las ideas que han hecho triunfar la campaña. Las propuestas de Farage y Le Pen riman con las de Trump, el miedo se convierte en retórica y en unas cuantas frases llenas de falacias se convence a las masas de que la inmigración, el desempleo y la inseguridad son parte del mismo problema. Los culpables son siempre los otros, los diferentes, los de fuera.

Hace unos meses todos dábamos por hecho que el Remain ganaría. Espero que en noviembre, del otro lado del Atlántico, no suceda otra sorpresa. 

lunes, 25 de abril de 2016

Cuba

Para venir a Cuba se requiere ser de mente abierta. Los contrastes con el resto de los Estados, sin importar el grado de desarrollo, son difíciles de digerir. Sin embargo es el Caribe y la calidez es una constante en el clima y en la gente. No es un viaje incómodo, porque el ojo se llena. Pero sí es un viaje complicado, que provoca reflexiones y autocríticas.

El día no se fragmenta en horas si no en momentos, a veces la brisa invita a dejarse llevar y en otras ocasiones la cosa se pone seria, llegan cuestionamientos disfrazados de una curiosidad casi académica. ¿Se puede vivir y estudiar un lugar al mismo tiempo?

El mismo día en la Habana uno puede sentirse feliz, intrigado, triste, enfadado, caliente y llegar a la noche confundido. Los sentidos están despiertos, hay que probar Cuba, sin miedo pero con cuidado. He de advertir que el sabor es extrañamente placentero: dulce y amargo a la vez.
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Estoy enamorado del centro histórico de la Ciudad de México, siempre que puedo lo expreso. Creo, sin desprenderme de un sesgo importante, que este es el centro más bello y majestuoso de América.

Después de conocer la Habana quizás tendría que conjugar el párrafo anterior en copretérito. Es muy complicado toparte con una Teotihuacán cuando vives en Tenochtitlán. La Habana es una de las sorpresas estéticas más grandes de mi vida. 

Ahora entiendo por qué España no quiso soltar esta isla hasta tarde y por qué los gringos han vivido con el antojo de comerse un caramelo tan cercano.
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Las construcciones del casco antiguo son monumentales. Se percibe la elegancia de las capitales coloniales pero con una carga nostálgica. El esplendor de las fachadas barrocas se fusiona con capas de polvo, cortesía del socialismo.
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¿Qué habrán pensado los viejos cuando un grupo de jóvenes decidió hacer este experimento?
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Qué paradójico es hablar de un deshielo en el Caribe,

¿Cuántas cosas nuevas verá Cuba?

¡Y cuánto puede enseñarle Cuba al mundo! 

martes, 16 de febrero de 2016

Notts

Nottingham es un lugar de contrastes. Se trata de una ciudad tan longeva como sus cavernas, que han visto pasar invasiones normandas, revoluciones y guerras mundiales. Gracias a sus dos universidades se respira un aire académico que combina con los antecedentes históricos, pero que también genera una vida nocturna bastante intensa. Nottingham es bipolar; la rutina oscila entre libros y copas, entre la elegancia y la decadencia, incluso a 0 grados se observan minifaldas.

La economía local gira en torno a los más de 40’000 estudiantes. Se podría hablar de una industria educativa, que repercute no sólo en el ámbito docente sino también en los servicios públicos, el transporte y el ocio. El comportamiento de la ciudad muta en vacaciones, donde el turismo reemplaza a las aulas y reparte, incluso 800 años después, el botín de Robin Hood.

En los últimos meses me he preguntado si en verdad existe una integración entre la población estudiantil (casi flotante) y los habitantes locales. Mi conclusión prematura es que las interacciones entre estos grupos se dan sobre todo en los bares y en el estadio. Es aquí donde he podido apreciar guiños entre los visitantes y los residentes, gestos efímeros que aunque breves, ayudan a colorear el panorama gris del cielo inglés.

                               
El trato de los oriundos es muy peculiar, se puede pasar de la frialdad máxima a los gritos y los cánticos con sólo una cerveza. Estos picos también se observan en el paisaje urbano, donde abundan edificios de 1880 y de 1980; Nottingham da saltos de 100 años en sus estilos arquitectónicos de manera constante. Extrañamente estos contrastes cuajan, y es que las esquinas industriales de la ciudad revelan muchas pistas de la idiosincrasia local.

                                            
La sofisticación londinense quedó lejos de los Midlands. Aquí, a falta de Buckinghams y Sohos, se va al pub de la esquina y se recuerdan glorias casi fantásticas, como la de un equipo pequeño que ganó dos veces la Copa de Europa o la de un ladrón que se convirtió en héroe popular. La simpleza de Nottingham es una delicia.

PD
Para apreciar, escuchar y entender mejor a la ciudad recomiendo un clavado a los diseños de Paul Smith, las canciones de Jake Bugg y la filosofía futbolera de Brian Clough. 


martes, 12 de enero de 2016

Coincidencias

A Sócrates:

¿Te acuerdas de las coincidencias musicales en el camino de Monterrey a Torreón? Hablar de avanzada regia y que se apareciera Jumbo, o de Detroit y que sonaran en ese momento los White Stripes. Incluso platicamos del nombre de alguna persona y nos interrumpieron los Ting Tings con That’s not my name. Lo más extraño es que seguido me pasan esas cosas.

En el 2012 me tocó ver fuegos artificiales por todas partes, conté seis el mismo mes y en distintas ciudades. Como muchas veces estos episodios suceden en compañía de otras personas, no tengo miedo de ser esquizofrénico. Creo que podemos evocar recuerdos de manera lúdica y así entretenernos con el memorama de casualidades que surgen en la vida.

Carlos Fuentes falleció en el mismo año de la anécdota pirotécnica. A su funeral en Bellas Artes asistieron miles de personas de todas las edades, la esquina más bulliciosa de la ciudad se inundó de letras y pétalos. Durante la mañana preferí ver de lejitos, ya en la tarde tendría que cruzar el Eje Central de manera obligatoria.

Antes de que obscureciera pasé por las jardineras del palacio y vi cómo salía la carroza fúnebre, todavía quedaban asistentes que querían despedir a Carlos. Una señora me dio una rosa y después de una cuenta regresiva apresurada cayó una lluvia de flores. El tumulto invadió la calle, detuvo al tráfico y se disolvió de manera natural sobre 5 de Mayo.

Seguí caminando por inercia, pensé que los textos de Carlos Fuentes habían llegado tarde a mi vida. Mi primera aproximación fue con Los Misterios de la Ópera, libro publicado en el 2006 bajo el pseudónimo de Emmanuel Matta. Ya a una edad avanzada, el autor había decidido disfrazarse para contar la historia de la cantina en la que había compartido innumerables mesas y discusiones.

En ese momento me di cuenta que la Ópera estaba a mi lado. Entré sin pensarlo y pedí una cerveza en la barra, el lugar estaba solo, por lo que pude ver con calma el balazo de Villa que se conserva en el techo. Escuché al viejo señor del salterio, que en paz descansé, y le conté toda esta historia al cantinero.

La costumbre chilanga de no cargar con mucho efectivo me traicionó. No se podían pagar cantidades pequeñas con tarjeta, por lo que tuve que emborracharme. El día del funeral de Carlos Fuentes había terminado, sin querer, en su cantina favorita y en el escenario real de la primer novela que había leído de él. El aura de Carlos se me había aparecido en pleno Centro Histórico.

Ayer que me avisaste de la muerte de David Bowie me pasó algo similar. Leí palabras bonitas en las redes sociales y en la BBC, pero no escuché canciones de él en todo el día. En la noche platiqué un rato con una buena amiga de Shanghai y después de la despedida encendí mi reproductor de música. En el modo aleatorio comenzó a sonar China Girl.

¿Qué posibilidades había de escuchar esa canción al azar el mismo día de la muerte de Bowie y justo después de hablar con una persona de aquellas latitudes? Las mismas que toparnos con autores y ciudades que invocamos en un diálogo de autopista. ¡Viva la vida! Dirían Frida, Chris Martin y Multimedios.  

sábado, 5 de diciembre de 2015

Cumbia

En América Latina hay muchas lenguas y en todas se canta. El mestizaje de la región no se limita a procesos históricos o demográficos, Latinoamérica también sabe y suena. El buffet de expresiones es gigante, pero si hay un género que acompaña desde el taco hasta la empanada es la cumbia.

En Monterrey hay acordeones que se escuchan hasta Cartagena e incluso en regiones tan jóvenes como La Laguna existe una tradición cumbianchera importante. En muchas ocasiones son precisamente los ritmos y las rimas los que fortalecen los lazos identitarios. Quizás no sea coincidencia que la cumbia y el realismo mágico provengan de la misma zona y combinen con todos los acentos.

Hace unos días la UNESCO reconoció al vallenato como Patrimonio Intangible de la Humanidad. Esto, al igual que el reconocimiento homónimo para la comida mexicana, merece un brindis. No importa si es con aguardiente o con sotol, que choquen los vasos y las caderas. 

jueves, 3 de diciembre de 2015

¿Dónde está México?

En México, desde que estudiamos geografía en la primaria, aprendemos que nuestro país está ubicado en Norteamérica. Con el tiempo se van sumando argumentos: tenemos un Tratado de Libre Comercio de Norteamérica; en el futbol existe un clásico norteamericano contra los estadounidenses; nuestros cineastas dan sermones en los Óscares y sus turistas se broncean en nuestras playas; vivimos el sincretismo del Mc Burrito y el Taco Bell; nos convencemos de que al menos, en cuestiones pop, formamos parte de la misma región.

En otras partes del mundo la apreciación es diferente. En Europa, por ejemplo, la mayor parte de la gente ubicaría a México en Sudamérica o quizás, en un ambiente académico señalarían el centro del continente para describir la ubicación geográfica de nuestro país. Hace muchos años acepté esa discrepancia, pero cuando tengo que referirme a nuestra región prefiero hablar de América Latina. Si la persona con la que dialogo insiste en discutir de demarcaciones, le aclaro los puntos del primer párrafo.

Hace trece años, mientras estudiaba la secundaria en Barcelona, un profesor intentó explicarme por qué en su clase de geografía aprenderíamos que México estaba en Sudamérica. Me lanzó varias preguntas: ¿En México habláis español o inglés? – A lo que yo respondí, español. – ¿Y sois un país desarrollado o en vías de desarrollo? – Le contesté que la segunda opción. – Para rematar con un argumento weberiano me preguntó: ¿Sois católicos o protestantes? – Escondiendo mi agnosticismo porque el colegio era de monjas, le dije que éramos católicos.

Las preguntas del profesor fueron como una llave mayéutica que no dejó espacio a dudas. Todo el salón, incluido yo, aceptamos que América estaba partida en una mitad anglosajona y desarrollada, y otra que hablaba lenguas romances y le echaba ganas a su economía. Sin embargo en ese argumento se escondían muchos indicios eurocentristas: ¿El desarrollo económico definía la pertenencia a una región? ¿Norteamérica hablaba inglés y Sudamérica español? Al profesor se le habían olvidado Québec, Belice, las Guyanas, Brasil y muchas islas suspensivas.

Si existe algo que homologa al continente no son idiomas sajones o latinos, sino lenguas indígenas. En el caso específico de Norteamérica resulta interesante que hasta hace relativamente poco el suroeste de Estados Unidos hablaba español y Alaska ruso. Muchas ciudades de Louisiana y sus estados vecinos se pronuncian en francés, incluso existe una cultura cajun francófona (que también come y canta en este idioma). De ahí podemos saltar hasta Canadá, donde el francés es co-oficial, se habla en una buena parte del país y se aprende en las escuelas.

El español, por su parte, le da nombres a muchas ciudades y ciudadanos estadounidenses. De hecho nunca se dejó de hablar, hoy en día es posible encontrar hispanohablantes en prácticamente todos los estados de la unión. Pronto, Estados Unidos será el segundo país con más hablantes de español en el mundo, más que Colombia, Argentina o incluso España. Los Ángeles es la segunda ciudad con más mexicanos, delante de Guadalajara o Monterrey. El país más rico del planeta es prácticamente bilingüe y más que renegar de ello, debe de ser motivo de orgullo.

Norteamérica no es homogénea ni habla sólo inglés. Es una región muy grande, en términos geográficos y culturales. El Caribe, Centro y Sudamérica tampoco se pueden reducir a interpretaciones simplistas. Por eso no es justo partir al continente en dos con argumentos que generalizan o invitan a los estereotipos. Hay una América Latina, grande y compleja, que llega desde Tijuana hasta la Patagonia. Y hay además varias regiones que pueden servir de guía para viajeros y estudiosos perdidos en la inmensidad del continente.

¿Dónde está México? La primaria y la vida me han enseñado que está en Norteamérica y también forma parte de América Latina. 

viernes, 2 de octubre de 2015

Clima inglés

Siempre había escuchado que el hecho de no ver el sol por mucho tiempo podía influir de manera negativa en el estado de ánimo. A lo largo de mi vida he pasado temporadas grandes en lugares sumamente fríos, pero ninguno tan nublado como esta isla.

El ambiente y el cielo son grises. Hay destellos de calidez en la gente, pero la geografía determinó que aquí el sol sería un recurso escaso y lujoso. Casi siempre hay que escoger entre un interior con luz artificial o un exterior lluvioso.

El día y la noche pueden tornarse extremos y condenar a la gente a encierros prolongados. Pero hace poco me di cuenta que a pesar de la adversidad climatológica, tu voz iluminaba. No importaba si era medio día o media noche.

El hecho de oírte pronunciar unas palabras era suficiente para sacarme una sonrisa. Y me atrevo a decir que eso sería contagioso; si cualquier anglosajón con cara larga te oyera, se pondría feliz. No me quiero imaginar otros sentidos. Oler o ver a esa persona tan bella que está al otro lado del teléfono y del mundo, ya sería un escándalo.

Qué poderosa y tramposa es la mente, que con percibir que estoy contigo, aunque sea de manera virtual, ya no siento necesidad de masticar comida picosa ni de escuchar acordeones.

Eres lo que ilumina el cielo que veo todos los días.